martes, 26 de julio de 2016

UNICORNIO


Los otros sólo ven una cascada, 
distinguen el agua del cielo, 
van mirando el suelo.

De pie delante de esta torre azul, 
no es oscura su sombra de reflejos y brillos; 
frente a la torre que se deshace sin fin 
y permanece erguida 
sobre su base de nubes 
de espuma y ruido.

Siento en los pies las piedras blancas, 
la furia del río; 
entero mi tacto se enfría en brizna, 
que lleva gotas, 
que llevan estrellas 
que mis poros capturan.

Hay en la cascada una escalera de todo color, 
me subo, 
sobre el arcoíris me asomo a los lados, 
la base algodonosa de la torre a mis ojos se reduce.


Casi antes de cruzar el ozono 
el arcoíris me deja en la ventana de la torre, 
entro a una habitación de piedra oscura, 
a la gruta que guarda una noche; 
dentro no hay cuerpos celestes, 
la única luz se filtra por la ventana 
de cortinas de agua.


Detrás de la cascada estoy en un cielo negro 
hasta que de lo más profundo me parece ver que sale la luna. 
No es el astro con dos cuernos, 
pero brilla igual; 
se acerca ese ser a mí, 
un cuerno corona su mirada boreal. 


Siento su pelaje, 
lo abrazo y le toco el cuerno dorado. 
Unicornio, te anhelo en mi anhelo
le digo y me analiza.

Blanco. 
El unicornio de luz y nieve 
se desboca 
y su blancura salvaje resuena en la gruta. 
Su cuerno atraviesa mi corazón, 
huye mi sangre 
y de la existencia no me vuelvo a enterar.







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